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FELIPE CIPRIÁN
Periodista
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Es licenciado en Ciencias de la
Comunicación Social y como periodista fue jefe de redacción de El Caribe, del
diario Hoy y de Listín Diario, en los que además se desempeñó como
editorialista y columnista. Actualmente está fuera del diarismo y realiza
labores de corrección y edición de libros, así como coberturas especiales por
solicitud de empresas o agencias extranjeras.
Hay enemigos sin
escrúpulos y quien ignora esa verdad y se enfrenta a ellos con la lealtad de su
valentía y la justeza de su causa, suele pagar muy cara esa inobservancia.
Hugo Chávez acaba de
morir para confirmar esa tautología.
Lo repito: hay
enemigos que solo se pueden cazar mientras duermen. Quien los despierta, quien
los alerta, podría quedar como un cazador cazado. Eso acaba de pasarle al
presidente Chávez.
Quien desafía a
enemigos como el gobierno de Estados Unidos e Israel, tiene que saber con toda
seguridad de cuáles manantiales va a tomar agua, de cuáles conductos de aire va
a respirar, en cuáles butacas se va a sentar incluso en las asambleas de
Naciones Unidas y sobre todo, a quiénes abraza durante una campaña electoral.
La hombradía de
Chávez, su desprendimiento, su disposición al sacrificio por su pueblo lo
condujo a la tumba mucho antes de lo que debió ser, pero más tarde de lo que
pudo pasar si se toma en cuenta que se jugó la vida en 1992 con su respuesta
histórica al Caracazo de 1989.
Chávez, ese vigoroso
soldado de 58 años que convocaba multitudes en su Venezuela querida y extendía
su liderazgo por toda América y el Caribe, fue vencido con un arma diferente a
la que tumbó el avión del presidente ecuatoriano Jaime Roldós el 24 de mayo de
1981, la caída del helicóptero del líder panameño Omar Torrijos el 31 de julio
de 1981 (Tomás Borge, ministro de lo Interior de la Nicaragua sandinista que
acababa de derrotar al dictador Somoza, salvó la vida ahí porque declinó ir en
la nave), el misil que detuvo el convoy de Muammar al-Qaḏḏāfī el 20 de octubre de
2011 en Sirtre, Libia; la bala entreguista que mató a Patricio Lumumba el
17 de enero de 1961 en Katanga o a Amílcar Cabral el 20 de enero
de 1973 en Cabo Verde, pero con el mismo principio: todos atacados a muerte por
la intolerancia imperial.
La de Chávez es una
muerte más próxima a la de Yasser Arafat, el líder palestino envenenado con
polonio 210, tal como fue detectado en una sola gota de orina de su
calzoncillo.
El mismo principio:
ante la imposibilidad de atacar impunemente su avión con un misil, se ataca su
cuerpo con una aleación radiactiva en la tranquilidad de su sueño. No importa
dónde, no importa cómo.
Desde niño Chávez tenía en su frontal derecho un nevo
melanocítico benigno que demostraba su
extraordinaria defensa frente a células cancerígenas… pero lo mató un cáncer
indoblegable, recurrente, en un plazo de dos meses.
¿Recuerdan cuando
Chávez desafió al imperio en Naciones Unidas, donde dijo que el podio hedía a
azufre porque el diablo (George Bush) había estado ahí el día anterior?
¿Recuerdan cuando al-Qaḏḏāfī fue a Naciones
Unidas y pidió llevar a Europa o África la sede de ese
organismo mundial por ser zonas más neutrales a los intereses mundiales y
modificar el patrón dólar de cambio?
Sin un blindaje militar popular y una disciplina estricta, eso
no se puede hacer sin correr el riesgo de morir como lo hicieron en
relativamente breve tiempo tanto al-Qaḏḏāfī como Chávez, aunque por
métodos muy diferentes.
Saquen la lección
los que tengan responsabilidades similares y sin dejar de luchar, jamás caigan
en suicidios semejantes, porque sus pueblos los necesitan siempre más vivos que
muertos. Con Bolívar muerto y Chávez vivo Venezuela era más feliz en 2012.
No creo que los
imperios sobrevivan a la conciencia movilizada de los pueblos, pero los
dirigentes no pueden hacer con el verbo lo que no pueden impedir en sus cuerpos
y sus fuerzas organizadas en incipientes poderes populares.
Chávez, a los 58
años, va al encuentro con Bolívar (muerto a los 47) en un equilibrio atmosférico
que aun su pueblo no acepta como necesario. Yo, tampoco.
Hay que luchar con
fuerza por la causa de América, pero la acción siempre debe estar por encima de
la sonoridad de la palabra, porque el enemigo no es, ni por asomo, leal ni
siquiera en la confrontación. Es pérfido, está unido en la alevosía de su
factual superioridad, que para nada es histórica. Es, en efecto, un hecho
antihistórico, pero nada despreciable.
Golpear y evaluar,
volver a golpear, pero nunca alertar, que ese enemigo es una fiera aun no
estudiada por completo.
Otros Chávez nacerán
en los llanos de Barinas… o en cualquier periferia caribeña porque hombres como
él, no mueren ni se entierran, siempre nacen y se siembran para ver la vida
multiplicada en la cosecha.
Saludos, Hugo
Chávez, patriota de América, pueblo e historia en una sola leyenda.
Hay más hombres que
seguirán la lucha, casi como una epidemia, para emancipar a la América toda, y
no morirán como murió Hugo Chávez, porque aprenden la lección.
Chávez ahora es una
idea, un ejemplo y un clamor que recorre la América entera convocando pueblos a
la lucha redentora. Sin una sola lágrima.
¿Quién va a llorar
por lo que no muere?
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